Había una vez un joven llamado Pedro que vivía con su abuelo en una pequeña casa junto a un bosque. Pedro tenía la tarea de cuidar las ovejas del pueblo y asegurarse de que no entraran en el bosque, donde un lobo hambriento podría estar acechando.
Un día, aburrido y con ganas de divertirse, Pedro tuvo una idea. Decidió gritar: «¡Lobo! ¡Lobo! ¡El lobo viene a llevarse las ovejas!». Aunque no había lobo alguno, los aldeanos corrieron en su ayuda. Cuando llegaron y vieron que no había lobo, Pedro rió y les dijo que era solo una broma. Los aldeanos se enfadaron y le dijeron que no debía hacer esas bromas.
Unos días después, Pedro decidió jugar otra vez el mismo truco. Nuevamente, los aldeanos acudieron en su ayuda, y nuevamente descubrieron que era una mentira. Esta vez, estaban aún más enfadados y le advirtieron que no volviera a hacerlo.
Pasó una semana, y mientras Pedro cuidaba las ovejas, un lobo real salió del bosque, dispuesto a comerse a las ovejas. Asustado, Pedro gritó lo más fuerte que pudo: «¡Lobo! ¡De verdad, esta vez hay un lobo!» Pero nadie vino en su ayuda. Los aldeanos pensaron que era otra broma de Pedro.
El lobo atacó a algunas de las ovejas antes de que Pedro pudiera alejarlo. Cuando los aldeanos finalmente llegaron y vieron las ovejas heridas, se dieron cuenta de que Pedro decía la verdad esta vez.
El abuelo de Pedro le dijo: «Espero que hayas aprendido la lección. Cuando mientes todo el tiempo, las personas no te creerán, incluso cuando estés diciendo la verdad.»
«Pedro y el Lobo» es una fábula que enseña la importancia de la honestidad y las consecuencias de mentir
